1. Contexto e identificación del tema
Contexto general:
El artículo examina cómo las disparidades económicas, demográficas y sociales entre regiones de un mismo país europeo (“fronteras internas”) fomentan sentimientos de abandono, exclusión o desigualdad, los cuales son capitalizados por partidos populistas o euroescépticos. Al mismo tiempo, analiza cómo la política de cohesión de la Unión Europea se está transformando (por ejemplo, “nacionalizando” decisiones sobre fondos) y cómo eso puede intensificar esas dinámicas.
Tema central:
La tesis es que el estancamiento de muchas regiones (sobre todo rurales o medianas) frente a núcleos urbanos más dinámicos genera un malestar que alimenta el voto de ultraderecha. Las “fronteras internas” se vuelven líneas simbólicas —no sólo territoriales— de exclusión, reforzando demandas identitarias, resentimientos y desconfianza hacia las élites centrales (estatales o europeas).
Actores involucrados:
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Las regiones estancadas (rurales, de escasas oportunidades).
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Las metrópolis y regiones más dinámicas (que concentran inversión y atracción de talento).
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Partidos populistas, euroescépticos, ultraderechistas, que capitalizan el malestar social.
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Instituciones estatales y europeas que gestionan la política de cohesión, fondos estructurales, PAC, etc.
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Ciudadanos que sienten abandono, pérdida de oportunidad o desconexión de los centros decisores.
2. Resumen del contenido
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Desigualdad interna frente a convergencia europea:
Aunque la UE ha reducido las diferencias entre países miembros mediante políticas de cohesión, las desigualdades internas dentro de cada Estado persisten o incluso se acentúan. -
“Trampas del desarrollo”:
Las regiones que entran en estancamiento (falta de crecimiento, deterioro de servicios básicos, fuga de talento, envejecimiento) entran en un círculo vicioso. -
Malestar y voto ultraderechista:
Las regiones más afectadas muestran mayores niveles de apoyo a partidos euroescépticos/ultraderechistas, que canalizan resentimientos hacia la inmigración o las élites nacionales o europeas. -
Cambio en la arquitectura de la cohesión europea:
Se propone fusionar fondos agrícolas y de cohesión, con procedimientos de decisión más centralizados en los Estados nacionales, lo que puede reducir la capacidad de las regiones de participar directamente en esa asignación. -
Riesgo de “Europa a tres velocidades” y llamada al “derecho a quedarse”:
Sin intervenciones correctivas, la UE podría fragmentarse en regiones muy competitivas, otras rezagadas y otras en reconstrucción. Se reivindica la idea de que los ciudadanos tengan derecho a permanecer en sus territorios con condiciones dignas, no verse obligados a emigrar para progresar.
3. Aplicación de perspectivas filosóficas
Creatividad (Bergson, Whitehead)
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Potencial creativo de lo periférico: Para Bergson, la creatividad brota de lo vivo, lo imprevisible. Las regiones periféricas pueden aportar formas culturales, modos de vida, valores territoriales que enriquecen la trama social europea.
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Procesos de devenir espacial: Whitehead enfatiza que la realidad está en constante “becoming”. Las regiones no están predeterminadas: pueden transformarse si se les dota de instrumentos institucionales que fomenten innovación local, resiliencia, redes horizontales.
Disrupción y poder (Deleuze, Foucault)
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Lógicas de poder difusas: Foucault nos recordaría que el poder no sólo se ejerce desde arriba (Estado, UE), sino que se incorpora en tecnologías, discursos, exclusiones espaciales —las “fronteras internas” son efectos del poder que produce periferias invisibilizadas.
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Rizomas y resistencias locales: Desde Deleuze, las regiones pueden articular nodos de resistencia (redes transnacionales, alianzas de ciudades medianas) que desafíen las centralidades. Los “mapas internos” no tienen que ser jerárquicos; pueden devenir en redes múltiples.
Ética y responsabilidad (Hans Jonas)
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Imperativo de responsabilidad hacia regiones vulnerables: Jonas plantea que la ética del futuro exige cuidar no sólo a las generaciones venideras sino los lugares menos favorecidos del presente. Tomar decisiones de política europea sin considerar su impacto territorial equivale a una irresponsabilidad ética.
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Precaución frente a la centralización: Reformar la política de cohesión para concentrar la toma de decisiones en Estados nacionales es una apuesta que puede agravar desigualdades; la ética exige evaluar riesgos no solo económicos sino simbólicos y sociales.
Sistemas complejos (Luhmann, Morin)
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Autorreferencialidad y acoplamientos débiles: Luhmann pensaría que los sistemas sociales (económico, político, regional) operan con lógica propia; las intervenciones top-down (por la UE) pueden no acoplarse funcionalmente con sistemas locales (cultura, redes sociales, estructuras familiares), generando disonancias.
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Pensamiento complejo y crisis de los límites: Morin insistiría en que los problemas territoriales no pueden tratarse aislados: están articulados con migraciones, cambio climático, globalización, cultura. Se requiere una política de desarrollo territorial que transcienda la fragmentación disciplinar.
Tecnología, transparencia, autoexplotación (Byung‑Chul Han)
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Exposición y fatiga de lo periférico: En una sociedad de la transparencia digital, las regiones invisibles se sienten doblemente excluidas: no solo de recursos, sino de narrativas y visibilidad mediática.
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Autoexplotación de los individuos rezagados: Aquellos que emigran del interior hacia ciudades pueden entrar en lógica de autoexigencia constante (trabajos precarios, movilidad, presión), como advierte Han: la tecnología puede exacerbar la desigualdad incluso entre quienes migran.
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Descentralización tecnológica democrática: Las regiones podrían beneficiarse de tecnologías distribuidas (infraestructura digital, educación remota, economía verde local) que reduzcan la brecha entre lo céntrico y lo periférico.
4. Oportunidades y riesgos
Oportunidades / elementos constructivos
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Reconocimiento territorial como derecho político: Visibilizar las desigualdades internas permite reivindicar políticas diferenciadas y derechos de permanencia digna.
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Políticas de desarrollo centradas en lo local: Más autonomía en diseño e implementación de proyectos puede detonar dinámicas endógenas de desarrollo.
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Redes entre regiones rezagadas: Cooperación interregional (incluso transfronteriza) puede generar economías de escala, compartir buenas prácticas, reforzar identidad plural europea.
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Innovación institucional: La UE puede reconfigurarse para dar voz efectiva a regiones, no solo países, en la gobernanza de los fondos y prioridades.
Riesgos, sesgos e implicaciones críticas
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Recentralización disfrazada: La propuesta de fusionar fondos y centralizar decisiones puede debilitar la agencia local y aumentar la dependencia de los gobiernos nacionales (con sesgo hacia regiones más fuertes).
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Efecto perverso del resentimiento: Si los partidos ultraderechistas canalizan el malestar hacia los inmigrantes o el “otro interno”, se pueden exacerbar xenofobia, polarización y ruptura del tejido social.
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Desconexión narrativa: Si los discursos políticos y mediáticos no captan la complejidad territorial, se simplifican los conflictos territoriales en metáforas de “centrífugo versus interior” o “progreso vs atraso”, reduciendo posibilidades de diálogo.
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Vulnerabilidad frente al capital global: Las regiones peor conectadas pueden quedar cautivas de inversiones extractivas, depredadoras, sin control local.
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Ceguera ecológica y demográfica: Las políticas podrían priorizar crecimiento urbano sin tener en cuenta sostenibilidad ni la preservación de paisajes, cultura local o biodiversidad.
5. Síntesis filosófica y conclusiones
El artículo pone el foco en una problemática central del presente europeo: las “fronteras internas” como fracturas invisibles que resquebrajan la legitimidad del proyecto integrador europeo. Desde una mirada filosófica, esta fractura se manifiesta como una tensión entre lo universal (la Unión Europea, el ideal de ciudadanía europea) y lo particular (las comunidades territoriales con sus historias, desigualdades y aspiraciones).
El desafío es cómo diseñar una política que sea al mismo tiempo justa en lo global y atenta a las particularidades locales. En ese sentido:
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La creatividad territorial debe ser estimulada, no suprimida por lógicas homogéneas.
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Las lógicas de poder —centralización, decisiones tecnocráticas— deben ser desafiadas desde redes locales y posturas rizomáticas.
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La ética exige una responsabilidad hacia aquellos territorios que históricamente han sido relegados; no basta prometer convergencia, hay que asumir su costo social y simbólico.
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Abordar esto como un sistema complejo obliga a evitar soluciones químicas: las intervenciones deben ser integradas, multiescalares, coordinadas.
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Las tecnologías y la visibilidad juegan un papel crucial: pueden agrandar la brecha o, si se orientan democráticamente, pueden permitir autonomía renovada.
En conclusión, el artículo revela que el voto “ultra” no surge de un vacío ideológico, sino de fracturas territoriales y simbólicas profundas. La respuesta no puede ser meramente represiva ni retórica, sino institucional, normativa y cultural, capaz de reconstruir “hasta las fronteras internas” una cohesión democrática orientada hacia la diversidad.