Introducción
El artículo de Xataka explica el fenómeno de la falacia del coste hundido, un sesgo cognitivo que lleva a las personas a mantener decisiones, relaciones o empleos, aunque resulten perjudiciales, por el simple hecho de haber invertido tiempo, esfuerzo o recursos en ellos. En este caso, se analiza cómo dicho sesgo influye en la dificultad para cambiar de empleo aun cuando las condiciones sean negativas, mostrando que el miedo irracional a perder lo invertido puede condicionar nuestras elecciones futuras.
Análisis filosófico
1. Creatividad (Bergson, Whitehead)
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Bergson: La falacia del coste hundido refleja la dificultad de conectar con la duración vital auténtica, pues encierra al individuo en una experiencia estática, fijada por el pasado, en lugar de dejar que el élan vital impulse hacia nuevas posibilidades creativas. El miedo a abandonar lo invertido interrumpe el fluir natural de la vida como proceso.
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Whitehead: Desde la perspectiva del proceso, la falacia aparece como un bloqueo a la creatividad cósmica, que exige integrar lo viejo con lo nuevo en armonía. Aferrarse a un empleo insatisfactorio rompe ese equilibrio dinámico y limita el despliegue de nuevas configuraciones existenciales.
2. Disrupción y poder (Deleuze, Foucault)
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Deleuze: El cambio de empleo podría ser visto como una línea de fuga, un escape de estructuras laborales rígidas. La falacia del coste hundido funciona, en cambio, como un mecanismo que clausura el devenir, evitando la diferencia y la apertura hacia lo desconocido.
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Foucault: Este sesgo también puede entenderse como un discurso internalizado que legitima regímenes de verdad laborales: la idea de que “hay que aguantar” o “no desperdiciar lo invertido” responde a relaciones de poder que moldean la subjetividad de los trabajadores.
3. Ética y responsabilidad (Hans Jonas)
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Jonas: Desde el principio de responsabilidad, persistir en decisiones dañinas no solo perjudica al individuo, sino también al entorno social y familiar que depende de sus elecciones. Considerar el futuro exige superar la falacia y actuar pensando en el bienestar a largo plazo.
4. Sistemas y complejidad (Luhmann, Morin)
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Luhmann: La falacia del coste hundido es un ejemplo de cómo los sistemas autopoiéticos (como el sistema laboral y económico) refuerzan dinámicas internas: el trabajador permanece para sostener la estructura. La comunicación empresarial y social legitima esta permanencia.
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Morin: En clave de pensamiento complejo, el sesgo muestra la dificultad de integrar múltiples dimensiones (económica, psicológica, social) en las decisiones. Superarlo implica reconocer la complejidad del futuro en lugar de quedar atrapados en lo fragmentario del pasado.
5. Tecnología y autoexplotación (Byung-Chul Han)
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El discurso sobre “no abandonar lo invertido” se enmarca en la lógica neoliberal de la autoexplotación: el sujeto se convierte en su propio carcelero, atrapado en la productividad y en la exigencia de no “fallar”. La transparencia de resultados y el miedo al fracaso alimentan esta trampa psicológica.
Oportunidades y riesgos
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Oportunidades: El análisis del sesgo ofrece la posibilidad de promover autoconciencia crítica, ayudando a los individuos a tomar decisiones más libres y creativas. Filosóficamente, abre a pensar en el trabajo como espacio de transformación vital y no como prisión del pasado.
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Riesgos: La falacia, mantenida en estructuras sociales, puede reforzar dinámicas de poder laboral opresivas, generar frustración personal y limitar la capacidad de adaptación en un mundo en constante cambio. Desde la perspectiva de Han, perpetúa una cultura de cansancio y autoexplotación.
Conclusión
El artículo sobre la falacia del coste hundido aplicada al empleo revela un fenómeno en el que la racionalidad aparente encubre mecanismos de poder, miedo y autoexplotación. Desde Bergson hasta Han, se muestra cómo este sesgo limita la creatividad, bloquea las líneas de fuga, perpetúa discursos laborales dominantes y reduce la responsabilidad hacia el futuro. Superar esta falacia no solo implica decisiones individuales más sanas, sino también una transformación ética y social que reconozca el valor del cambio como motor vital.