Introducción
El artículo de El País aborda la persistencia de la discriminación por acento en España, especialmente en el ámbito laboral. Se señalan casos en los que empleados deben modificar su forma de hablar porque sus superiores lo exigen, lo que refleja una tensión entre diversidad lingüística y homogeneización cultural. El acento se convierte así en un marcador social que condiciona oportunidades y reconocimiento, reforzando jerarquías simbólicas y prácticas discriminatorias.
Análisis filosófico
1. Poder y discurso (Michel Foucault)
El acento se presenta como un elemento dentro del discurso dominante. Según Foucault, los regímenes de verdad deciden qué manera de hablar es “correcta” y cuál es “defectuosa”. Aquí, el castellano neutralizado (o con ciertos estándares mediáticos) se erige como norma, mientras que otros acentos regionales o extranjeros se marginan. Esto revela cómo el lenguaje no es solo comunicación, sino un dispositivo de poder que legitima y excluye.
2. Diferencia y devenir (Gilles Deleuze)
El acento representa una diferencia que rompe la homogeneidad cultural. Sin embargo, en lugar de valorarse como apertura a lo nuevo (líneas de fuga), se sofoca en nombre de la uniformidad. La imposición de “neutralizar” el habla bloquea el devenir múltiple de la lengua, empobreciendo la riqueza expresiva y social.
3. Ética de la responsabilidad (Hans Jonas)
La exigencia de cambiar el acento plantea un dilema ético: ¿qué responsabilidad tienen las instituciones y empresas frente al derecho de los individuos a expresarse desde su identidad cultural? Jonas subraya la necesidad de prever consecuencias a largo plazo: normalizar esta discriminación perpetúa exclusiones que afectan tanto a la cohesión social como a la dignidad individual.
4. Sistemas sociales y comunicación (Niklas Luhmann / Edgar Morin)
Desde la teoría de sistemas, la discriminación por acento muestra cómo el sistema laboral y mediático se autorregula privilegiando ciertos modos de hablar que refuerzan la cohesión de la élite cultural. Morin ayuda a ver que esta fragmentación del habla debilita un enfoque complejo de la diversidad: en lugar de integrar, se segmenta, lo cual empobrece la resiliencia social frente a la pluralidad.
5. Transparencia y autoexplotación (Byung-Chul Han)
La presión para modificar la voz conecta con la lógica contemporánea de la autoexplotación: el trabajador debe ajustarse a un ideal de “transparencia comunicativa” en la que todo rasgo singular se borra. La exigencia de hablar “sin acento” responde a la búsqueda de homogeneidad estética y productividad, en detrimento de la autenticidad y el reconocimiento de lo diferente.
6. Juegos de lenguaje y hegemonía cultural (Wittgenstein / Gramsci)
El acento funciona como un juego de lenguaje: determina pertenencia o exclusión. Según Gramsci, esta práctica refuerza la hegemonía cultural al imponer una única forma legítima de expresión. Así, lo lingüístico se vuelve un campo de lucha ideológica que naturaliza las jerarquías regionales y sociales.
Conclusión
El artículo expone una problemática en la que la lengua se convierte en campo de control y discriminación. Filosóficamente, la práctica de exigir la neutralización del acento:
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Riesgos: perpetúa jerarquías de poder simbólico (Foucault), bloquea la diversidad creativa (Deleuze), genera exclusión social y vulnera la responsabilidad ética hacia la dignidad humana (Jonas).
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Oportunidades: visibiliza el problema, abre un debate sobre hegemonía cultural (Gramsci) y permite pensar en políticas inclusivas que reconozcan el valor de la pluralidad lingüística.
En definitiva, la discriminación por acento en España no es solo una cuestión lingüística, sino un síntoma de estructuras sociales que privilegian la homogeneidad sobre la diferencia. Un enfoque filosófico invita a revertir esta lógica, apostando por una convivencia donde la diversidad de acentos se reconozca como riqueza cultural y no como defecto.