Identificación del contexto
Un estudio reciente, publicado online el 28 de agosto de 2025 en el Journal of Personality and Social Psychology, muestra que personas con ideologías políticas extremas —ya sean de izquierda o de derecha— procesan información política de manera similar en su cerebro, y de modo más uniforme entre sí que con moderados.
Tema central y actores involucrados
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Investigadores:
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Daantje de Bruin (doctoranda)
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Oriel FeldmanHall (profesora en ciencias cognitivas y psicológicas en Brown University).
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Participantes: 44 personas con distintas posiciones ideológicas, desde moderadas hasta extremas.
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Método:
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Proyección de contenido político en vídeo dentro de un escáner fMRI.
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Medición de actividad cerebral, conductancia de la piel (respuesta emocional) y movimiento ocular.
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Resumen claro del contenido
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Los extremos ideológicos (tanto izquierdistas como derechistas) muestran activación similar en áreas emocionales del cerebro como la amígdala, materia gris periacueductal y la unión temporoparietal posterior —vinculadas a emociones intensas y empatía social.
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Existe una notable sincronización neural entre quienes tienen posturas extremas, aunque no compartan ideologías, especialmente frente a fragmentos con lenguaje político más incendiario.
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La respuesta fisiológica (aumento de la conductancia de piel) potencia esta sincronización.
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En contraste, quienes tienen posiciones moderadas presentan respuestas cerebrales más diversas y menos intensas.
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Estas evidencias respaldan la llamada “teoría de la herradura”: los extremos ideológicos, aunque opuestos, se parecen más entre sí que a los moderados.
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Los investigadores sugieren que reconocer esta base emocional y neural compartida podría facilitar la empatía y reducir la deshumanización en el debate político.
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Se aclara que los resultados provienen de un contexto estadounidense y podrían no aplicarse directamente a otras culturas o tipos de extremismo.
Aplicación de perspectivas filosóficas
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Creatividad (Bergson, Whitehead)
El estudio revela que extremos políticos aunque diversos en contenido comparten una estructura afectiva común —una especie de “lógica emocional” creativa compartida— privilegiando el sentir sobre el pensar racional. -
Disrupción o poder (Deleuze, Foucault)
Los extremos muestran sincronía neural, una forma de poder simbólico compartido que trasciende ideologías, evidenciando una estructura de poder emocional común frente al discurso inflamatorio. -
Ética y responsabilidad (Hans Jonas)
Identificar los mecanismos emocionales que impulsan la polarización puede ser visto como un imperativo ético: reconocer esta base emocional común es un paso hacia la responsabilidad colectiva del diálogo político. -
Sistemas complejos (Luhmann, Morin)
La dinámica entre emoción, ideología y sincronización cerebral muestra un sistema político aflorado desde interacciones neurofisiológicas complejas, donde los extremos ideológicos se alinean internamente pese a su divergencia discursiva. -
Tecnología, transparencia y autoexplotación (Byung-Chul Han)
El uso de fMRI y medidas de arousal revela cómo somos auto-explotados emocionalmente por contenido político intenso, reforzando respuestas automáticas frente a estímulos ideológicos, sin espacio para la reflexión consciente.
Oportunidades y riesgos (análisis)
Oportunidades
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Promoción del entendimiento: Reconocer una base emocional compartida permite construir puentes entre extremos.
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Despolarización efectiva: Intervenciones que aborden la emoción más que el contenido podrían ser más útiles.
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Reflexión social más profunda: El descubrimiento impulsa debates sobre la naturaleza de las convicciones políticas.
Riesgos
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Reducción del conflicto excesiva: Podría verse como una minimización de las diferencias reales entre ideologías.
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Limitación cultural: Los resultados, centrados en EE.UU., pueden no aplicarse directamente a otros contextos.
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Instrumentalización: Saber que el miedo conecta extremos podría usarse para manipulación emocional.
Conclusión
El estudio aporta una interpretación filosófica robusta: los extremos políticos se unen a través de una intensidad emocional compartida, no por creencias. Una vez reconocida esta base común, surge la oportunidad de replantear la política, basándola más en la empatía y la emoción compartida que en la confrontación racional. Pero hay que proceder con ética y apertura crítica, considerando tanto los límites culturales como los peligros de instrumentalización emocional.