Introducción
El artículo de RTVE aborda el auge de un nuevo nicho turístico: los viajes centrados en crímenes reales. Se describe cómo agencias y destinos explotan el interés por el “true crime” ofreciendo experiencias inmersivas: rutas por escenarios de asesinatos, visitas a cárceles famosas o talleres forenses. El texto pone en diálogo el atractivo comercial de estas prácticas con los debates éticos y culturales que despiertan.
Análisis filosófico
1. Creatividad (Bergson, Whitehead)
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Bergson: El fenómeno del “turismo del crimen” refleja el élan vital aplicado al ocio: una búsqueda de experiencias nuevas que rompan con el turismo convencional. La “duración” bergsoniana aparece en la inmersión narrativa que los viajeros experimentan, conectando con relatos de crímenes pasados como si fueran presentes.
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Whitehead: Este turismo es un proceso de creatividad cósmica desviado hacia un equilibrio precario: transforma tragedias en productos de consumo. Se articula una armonía frágil entre memoria histórica y entretenimiento.
2. Disrupción y poder (Deleuze, Foucault)
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Deleuze: Estas prácticas son líneas de fuga del turismo tradicional, pero también generan un nuevo dispositivo de control cultural. Se explora la diferencia: el morbo se convierte en valor añadido frente al consumo masivo de sol y playa.
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Foucault: El turismo de crímenes es un discurso que articula poder y conocimiento. Al convertir hechos violentos en narrativas turísticas, se normaliza una nueva forma de verdad: la historia criminal como espectáculo cultural. Se evidencia un régimen de verdad donde lo siniestro adquiere legitimidad como objeto de ocio.
3. Ética y responsabilidad (Hans Jonas)
El principio de responsabilidad plantea aquí una cuestión clave: ¿es legítimo comercializar el sufrimiento de víctimas y comunidades? Jonas subraya la ética del futuro: este turismo puede trivializar la violencia y educar a generaciones en la espectacularización del mal. La responsabilidad de empresas y medios es evaluar si se prioriza la memoria y el respeto o si se explota el dolor ajeno.
4. Sistemas y complejidad (Luhmann, Morin)
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Luhmann: El periodismo que informa sobre este fenómeno alimenta la dinámica autopoiética del sistema mediático: cuanto más polémico, más atención recibe. La comunicación convierte un fenómeno marginal en legítima tendencia social.
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Morin: El turismo criminal es expresión del pensamiento complejo: conecta economía, cultura, morbo mediático y memoria histórica. Su análisis requiere una visión integral que abarque tanto los intereses comerciales como los impactos sociales y culturales.
5. Tecnología, transparencia y autoexplotación (Byung-Chul Han)
El auge del true crime digital (podcasts, series, documentales) actúa como catalizador de este turismo. Según Han, la sociedad de la transparencia convierte incluso la violencia en espectáculo visible y consumible. La autoexplotación aparece en el turista que busca intensificar sus emociones mediante experiencias cada vez más extremas, convirtiéndose a sí mismo en consumidor y producto de una cultura del shock.
Conclusión
El turismo de crímenes reales se ubica en un cruce delicado entre creatividad cultural, disrupción de la oferta turística y explotación del dolor humano. Desde una perspectiva ética (Jonas), se vislumbran riesgos de trivialización y de transmisión de valores problemáticos. Desde la teoría de sistemas (Luhmann, Morin), se observa cómo medios y mercados co-construyen nuevas narrativas de consumo en torno al crimen. Finalmente, la mirada crítica (Foucault, Han) advierte que este fenómeno no solo diversifica el ocio, sino que refuerza regímenes de verdad y de espectáculo que pueden erosionar la memoria y la sensibilidad social.
Oportunidades: fomentar el recuerdo histórico, educar en prevención, generar diálogos culturales.
Riesgos: banalización del mal, mercantilización del sufrimiento, consolidación de un turismo morboso sin responsabilidad ética.