Introducción
El artículo de 20 Minutos aborda la genealogía y la persistencia de las estafas piramidales, remontándose a Baldomera Larra (siglo XIX), considerada la precursora en España de este tipo de fraude. El texto conecta ese origen histórico con la expansión contemporánea de estas prácticas en entornos digitales, donde la multiplicación de riesgos se debe a la velocidad de la comunicación en redes sociales, la globalización de las plataformas y la opacidad tecnológica. Los actores involucrados son: los estafadores (que buscan legitimidad y captación), las víctimas (atraídas por promesas de riqueza rápida), y el ecosistema digital (como amplificador del fraude).
Análisis filosófico por categorías
1. Creatividad (Bergson, Whitehead)
La pirámide fraudulenta puede verse como una “creación desviada” del impulso innovador humano. Siguiendo a Bergson, el élan vital se pervierte en un mecanismo que promete novedad pero se sostiene sobre repetición mecánica. Whitehead permitiría observar cómo esta práctica no genera verdadera armonía social, sino un desequilibrio: la creatividad se reduce a una manipulación que desequilibra el proceso dinámico del intercambio económico.
2. Disrupción y poder (Deleuze, Foucault)
Desde Deleuze, la pirámide se presenta como una falsa línea de fuga: aparenta escapar del sistema financiero tradicional ofreciendo independencia y riqueza inmediata, pero en realidad reproduce estructuras de dominación más rígidas. Para Foucault, el discurso de “oportunidad” y “empoderamiento financiero” opera como un régimen de verdad que legitima el fraude, constituyendo un saber-poder donde el conocimiento económico se distorsiona para manipular subjetividades.
3. Ética y responsabilidad (Hans Jonas)
Las estafas digitales ponen en juego el principio de responsabilidad: los estafadores se desentienden del impacto a largo plazo, mientras que las plataformas digitales, al no implementar suficientes mecanismos de control, omiten su obligación hacia las generaciones futuras. La ética de Jonas exige prever los daños en la confianza social y en la sostenibilidad de los sistemas económicos.
4. Sistemas y complejidad (Luhmann, Morin)
Según Luhmann, los fraudes piramidales son fenómenos autopoiéticos dentro del sistema financiero-comunicativo: se alimentan de sus propias narrativas y de la comunicación viral en redes. Morin permite ampliar la mirada: las pirámides no son un problema aislado, sino un nodo dentro de la complejidad global de la economía digital, donde la fragmentación y la velocidad de la información aumentan los riesgos.
5. Tecnología y autoexplotación (Byung-Chul Han)
El entorno digital multiplica la exposición: las víctimas se vuelven cómplices de su propia estafa al compartir entusiastamente el esquema, encarnando la lógica de la autoexplotación descrita por Han. La promesa de “transparencia” (ganancias fáciles, accesibles a cualquiera) enmascara la opacidad del mecanismo fraudulento, mostrando cómo la digitalización potencia tanto la ilusión como la fragilidad.
Conclusión
El artículo ilustra cómo las estafas piramidales, desde Baldomera hasta el ecosistema digital, son un ejemplo de creatividad desviada y poder discursivo que coloniza la confianza social. Su persistencia revela una dinámica en la que la innovación se combina con irresponsabilidad ética, produciendo riesgos globales.
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Oportunidades: el análisis histórico-cultural permite comprender la continuidad de los mecanismos de fraude y promover una mayor alfabetización digital y financiera.
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Riesgos: proliferación de discursos manipuladores, debilitamiento de la confianza social, explotación de la esperanza y del deseo de autonomía económica.
El texto, visto desde la filosofía, muestra cómo el fraude piramidal no solo es un problema económico, sino también ontológico (formas de crear), ético (responsabilidad), y social (dinámicas de poder y comunicación).