"Las conductas adictivas y violentas de los músicos esconden una depresión encubierta masculina"

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Introducción

El artículo de Público aborda cómo las conductas adictivas y violentas de algunos músicos funcionan como máscaras para ocultar una depresión encubierta, especialmente vinculada a la masculinidad y a los modelos culturales que esta impone. Se plantea que la industria musical, junto con los estereotipos sociales, fomenta la invisibilización del sufrimiento emocional, sustituyéndolo por comportamientos destructivos que refuerzan una imagen de poder, rebeldía o intensidad artística.


Análisis filosófico

1. Creatividad (Bergson, Whitehead)

  • Bergson: El impulso creativo (élan vital) en la música debería ser expresión de vida y transformación. Sin embargo, en estos casos se observa cómo la creación se ve atravesada por la autodestrucción, donde la duración vital se interrumpe en un flujo de dolor y adicciones. La música, en lugar de catalizar un proceso vital, se convierte en escenario de una lucha interna.

  • Whitehead: La creatividad cósmica busca armonía entre lo nuevo y lo existente, pero la industria musical y sus expectativas generan una disonancia: el músico como sujeto creador no logra integrar su mundo interior con las exigencias externas de éxito y consumo.

2. Disrupción y poder (Deleuze, Foucault)

  • Deleuze: Las conductas violentas o excesivas podrían leerse como “líneas de fuga”, intentos de escapar de las estructuras rígidas de la masculinidad normativa. Sin embargo, esas fugas acaban reterritorializadas por la industria y la cultura, que celebran el mito del artista maldito.

  • Foucault: El discurso social legitima ciertos comportamientos masculinos (agresividad, abuso de sustancias) como signo de autenticidad artística. Aquí operan regímenes de verdad que ocultan la vulnerabilidad y consolidan un poder cultural donde la depresión no se nombra.

3. Ética y responsabilidad (Hans Jonas)

  • El principio de responsabilidad obliga a reflexionar sobre el impacto de la industria musical: ¿qué responsabilidad tienen los productores, medios y público en perpetuar estos patrones destructivos? El énfasis en el espectáculo y la imagen puede contribuir al deterioro de las vidas de los músicos, con consecuencias éticas de gran alcance.

4. Sistemas y complejidad (Luhmann, Morin)

  • Luhmann: La música como sistema mediático autopoiético tiende a reproducir narrativas del “rockstar atormentado”, invisibilizando otras formas de masculinidad. La comunicación que circula en este sistema refuerza dinámicas internas más que transformarlas.

  • Morin: La depresión no puede entenderse como un fenómeno individual aislado, sino como un problema complejo que articula factores biológicos, culturales, mediáticos y económicos. Una mirada simplista lo reduce a patologías individuales, sin ver la trama social.

5. Tecnología, transparencia, autoexplotación (Byung-Chul Han)

  • La era digital amplifica estas tensiones: los músicos se exponen constantemente en redes, sometidos a la transparencia y a la autoexplotación del rendimiento creativo continuo. Esto intensifica la presión y debilita los espacios de cuidado y anonimato, reforzando la depresión encubierta.


Conclusión

El artículo revela un problema cultural profundo: la depresión masculina en la música se oculta tras conductas legitimadas socialmente, lo que genera un círculo de sufrimiento y destrucción. Desde la filosofía:

  • Oportunidades: abrir debates sobre nuevas masculinidades, visibilizar el sufrimiento mental en la cultura musical y resignificar la creatividad como espacio de cuidado y no de sacrificio.

  • Riesgos: perpetuar el mito del artista autodestructivo, reforzar estereotipos de género y normalizar dinámicas de explotación.

El análisis muestra que este fenómeno no es solo individual, sino sistémico, ético y cultural, y que exige repensar las estructuras que sostienen la relación entre arte, poder y sufrimiento.