Más de la mitad de los trabajadores en España no recibe ‘salario emocional’, pero lo quiere: “El riesgo está en que se utilice como excusa para pagar menos”

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Introducción breve

El artículo informa que una mayoría de los trabajadores en España no recibe lo que se denomina “salario emocional” (beneficios no económicos ligados al bienestar, clima laboral, reconocimiento, etc.), aunque lo valoran positivamente y lo desean. Se alertan riesgos de que las empresas usen este concepto para sustituir mejora salarial real, justificando con “salario emocional” lo que sería una obligación retributiva. Se señalan ejemplos de beneficios, consecuencias positivas y los límites legales del salario emocional.


Análisis filosófico

1. Creatividad (Bergson, Whitehead)

  • Bergson: valoraba la creatividad como manifestación de lo vivo, de lo nuevo, de lo espontáneo. El salario emocional podría verse como una forma de humanizar los espacios laborales, permitiendo la espontaneidad, el reconocimiento personal, la expresión individual y el florecimiento de capacidades que no se limitan al cumplimiento mecánico de tareas. Esa dimensión creativa del trabajo es lo que muchas veces se reclama: oportunidades de desarrollo, feedback, autonomía — elementos que permiten manifestar “la duración” (durée) bergsoniana, más allá del mero horario o salario.

  • Whitehead: en su filosofía los eventos, las relaciones, las experiencias concretas son fundamentales. El salario emocional promueve que el entorno laboral no sea solo una serie de intercambios utilitarios (trabajo por dinero) sino una secuencia de experiencias significativas — relaciones humanas, reconocimiento, sentido. Es una forma de alargar la calidad de la experiencia vivida en el trabajo.

En síntesis: el salario emocional aparece como una posibilidad creativa de replantear el trabajo como espacio de vida, no solo de subsistencia.


2. Disrupción o poder (Deleuze, Foucault)

  • Deleuze: podría interesarle el modo en que las “máquinas corporativas” (empresas, instituciones) producen subjetividades. El discurso del salario emocional puede funcionar como una máquina de motivación, de autoorganización del yo alineado con los objetivos de la empresa. Pero también puede implicar una forma sutil de control, ya que no solo se trata de qué te pagan, sino de cómo te sientes, qué expectativas interiorizas, qué reconoce el poder empresarial como “bueno”.

  • Foucault: el salario emocional puede verse como parte de las tecnologías de poder modernas: disciplinas suaves, normas laborales que ya no coercen directamente, pero moldean la conducta del trabajador a través de incentivos psíquicos (reconocimiento, pertenencia, valoración). Cuando la empresa fomenta la cultura de empresa, la participación sin jerarquías, etc., también configura lo que se espera que el empleado sea. Aquí entra el riesgo señalado: que esa configuración se use para justificar menores salarios o erosión de derechos, bajo la apariencia de benevolencia.


3. Ética y responsabilidad (Hans Jonas)

  • Jonas pone la responsabilidad hacia el futuro, la ética de lo que hacemos hoy al respecto de otros (personas, comunidad). En este contexto, la introducción de salario emocional sin una base justa de compensación económica plantea un problema ético: ¿se está sacrificando la justicia económica por una apariencia de bienestar?

  • También se debe reflexionar sobre la responsabilidad de las empresas hacia la salud mental de sus empleados; si se promete “bienestar emocional” pero el trabajador continúa en situación de explotación o precariedad salarial, la discrepancia puede generar daño psicológico: decepción, desilusión, sensación de injusticia.


4. Sistemas complejos (Luhmann, Morin)

  • Luhmann: vería al mundo del trabajo como un sistema social con subsistemas (económico, legal, cultura, emocional). El salario emocional se sitúa en la intersección del subsistema cultural/psíquico con el económico y el jurídico. Hay acoplamientos estructurales: lo que la empresa ofrece emocionalmente depende de lo legal (derechos, convenio), de lo económico (capacidad de pagar), de lo cultural (expectativas sociales).

  • Morin: enfatiza la complejidad, la incertidumbre. El artículo muestra que la demanda de salario emocional crece (culturalmente, socialmente), pero su implementación no es uniforme ni exenta de riesgos. Hay tensiones entre lo que los empleados desean, lo que las empresas pueden ofrecer, lo que la ley regula, y lo que realmente cambia la vida diaria. Esa complejidad exige una mirada holística, donde no se idealice el salario emocional ni se lo instrumentalice.


5. Tecnología, transparencia, autoexplotación (Byung-Chul Han)

  • Byung-Chul Han ha advertido que sociedades contemporáneas tienden hacia la autoexplotación: las personas internalizan la exigencia de rendir, de ser productivas incluso “por gusto”, y confunden la motivación con obligación. En ese sentido, el salario emocional puede ser una palanca de autoexplotación si el trabajador siente que debe siempre estar “comprometido”, “disponible”, “emocionalmente presente”, incluso más allá de lo razonable, bajo la ilusión de que eso es reconocimiento.

  • Transparencia también es clave: las políticas de salario emocional deben ser claras, no servir como excusa opaca para compensar menos con promesas no cuantificables. La transparencia sobre lo que se ofrece, lo que se espera, lo que se compensará económicamente es imprescindible para evitar abusos.


Identificación de oportunidades y riesgos

Oportunidades Riesgos / Problemas potenciales
Mejora del bienestar psicológico, sentido de pertenencia, motivación, fidelización de talento. Que se convierta en sustituto del salario económico, erosionando derechos o expectativas de mejora retributiva.
Clima laboral más humano, valoración del reconocimiento, flexibilidad, conciliación, salud mental. Posible explotación emocional, exigencia de compromiso no remunerado, presión implícita.
Innovaciones en la gestión del trabajo, liderazgo empático, prácticas de feedback, transparencia. Ambigüedad legal; beneficios emocionales que dependen de la discreción empresarial sin compromiso vinculante.
Potencial para repensar el trabajo en términos de calidad de vida, no solo productividad. Desigualdad: quizá solo en empresas grandes o con margen, dejando atrás al trabajador precario.

Generación de análisis completo

El artículo plantea la doble naturaleza del “salario emocional”: por un lado, representa una respuesta legítima a una demanda creciente de humanización del empleo, de reconocimiento, de bienestar no material; por otro, corre el peligro de usarse como coartada para no mejorar lo que es material y legalmente exigido.

Desde una perspectiva filosófica, este fenómeno nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del trabajo humano: ¿qué significa que el empleo no solo sea un contrato económico, sino un espacio de realización personal?, ¿cómo equilibrar lo emocional, lo psíquico, con lo justo, lo económico, lo legal?

También suscita preguntas sobre poder y control: el salario emocional puede ser una tecnología suave mediante la cual el empleado interioriza expectativas empresariales. El ideal sería que esas expectativas emergieran de mutuo reconocimiento, no de imposición disfrazada.

Finalmente, éticamente, importa la responsabilidad de las empresas, pero también la conciencia de los trabajadores: de su derecho a exigir lo material, lo psíquico, lo tangible. No basta con promesas emocionales si la justa remuneración se mantiene en niveles inadecuados.


Conclusión

El salario emocional tiene un gran potencial como herramienta para humanizar el trabajo, mejorar bienestar, salud mental y motivación. No obstante:

  • No puede ni debe sustituir a un salario justo ni a mejoras económicas necesarias.
  • Existe un riesgo real de instrumentalización: que se use para salvar costes, justificar no pagar más, o descargar cargas emocionales sobre los trabajadores sin retribución suficiente.
  • Se requiere transparencia, regulación (aunque no exista aún en la ley una definición clara de lo emocional), diálogo y participación de los trabajadores.
  • Filosóficamente, el desafío es integrar lo emocional con lo económico sin caer en ilusiones, explotaciones ni discursos de compromiso vacío.