1. Identificación del contexto y resumen
Contexto
El artículo informa sobre los resultados de un análisis de Funcas en los dos primeros trimestres de 2025: en España, sólo el 72 % de los jóvenes entre 25 y 29 años están ocupados, lo que implica que el 28 % no tiene trabajo. Esto sitúa a España en la penúltima posición entre los Estados miembros de la UE‑27 en cuanto a ocupación juvenil, con una diferencia de cinco puntos porcentuales respecto a la media europea (77 %).
Además, se examinan otros tramos etarios (20‑24 años, 16‑19 años), el componente de inactividad (personas que ni trabajan ni buscan empleo, muchas de las cuales están estudiando), y las diferencias por sexo. También se señala el efecto que tendrá esta trayectoria en las futuras jubilaciones: quienes sólo logren 30 años de cotización podrían verse obligados a retrasar su jubilación hasta los 71 años para mantener niveles de vida.
El artículo además pone el foco en algunas causas estructurales: bajos salarios jóvenes, el acceso a la vivienda (que obstaculiza la emancipación juvenil), el funcionamiento del mercado laboral y la extensión de la vida académica.
Resumen breve
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En España, un porcentaje significativo de jóvenes (28 % entre 25‑29 años) no encuentra empleo.
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España está cerca del fondo en comparación con los otros países de la UE, superando solo a Italia.
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Aunque hubo mejoras desde la crisis (el dato es 14 puntos superior al mínimo de 2013), aún no se alcanzan los niveles de 2007.
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Muchos jóvenes no están activos porque están estudiando: la “vida académica prolongada” aparece como factor explicativo.
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Se advierte una consecuencia generacional: menor tiempo cotizado puede implicar retraso en la jubilación.
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El análisis también resalta diferencias de género, implicaciones en el mercado de vivienda, y la necesidad de mejoras en productividad.
2. Aplicación de perspectivas filosóficas
Voy a aplicar los marcos filosóficos sugeridos (y algunos adicionales) para articular reflexiones sobre este fenómeno:
Creatividad (Bergson, Whitehead)
Desde Bergson, la noción de élan vital o impulso creativo puede vincularse a la capacidad de generaciones jóvenes para innovar, emprender o transformarse. Sin embargo, un mercado laboral rígido o poco receptivo puede sofocar ese impulso creativo, truncando proyectos vitales.
Whitehead, con su visión de la realidad como proceso y devenir, impulsaría mirar al empleo juvenil no como un estado estático, sino como parte de una transformación continua. En ese sentido, la estructura socioeconómica (mercado laboral, políticas públicas) debería facilitar que los jóvenes participen activamente en el devenir social, no sólo como sujetos pasivos de desempleo o precariedad.
Así, el “tiempo de inactividad” (cuando los jóvenes estudian o permanecen inactivos) podría concebirse no solo como un déficit, sino como una fase potencialmente creativa si es acompañada por apoyo institucional: formación, emprendimiento, espacios para experimentación.
Disrupción o poder (Deleuze, Foucault)
Foucault: el mercado laboral y las políticas de empleo funcionan como dispositivos de poder. Las formas de contratación, empleo temporal, regulaciones, incentivos fiscales, etc., producen “sujetos laborales” con diferentes grados de visibilidad, precariedad y control. Los jóvenes pueden quedar atrapados en formas de empleo flexible o temporal con escasa seguridad, lo que refleja relaciones de poder estructurales.
También cabe una lectura foucaultiana sobre la “norma” del trabajador pleno: se define un ideal de empleo estable que excluye a muchos jóvenes, y esos que no acceden quedan “fuera de la norma”.
Deleuze y Guattari podrían hablar de “líneas de fuga”: los jóvenes con dificultades para integrarse al mercado pueden buscar rutas alternativas (trabajo digital, economía colaborativa, emprendimientos que escapen a la lógica tradicional). Estas líneas de fuga pueden inaugurar nuevas formas laborales disruptivas. Pero para que eso ocurra, las estructuras deben permitir espacios de experimentación.
Ética y responsabilidad (Hans Jonas)
La ética de la responsabilidad de Jonas nos incita a preguntarnos por las consecuencias a largo plazo de las políticas (o la falta de ellas). Si hoy no se crea empleo decente para la juventud, las futuras generaciones cargarán con las consecuencias: desigualdad, desigual acceso a pensiones, crisis social, pérdida de capital humano.
Hay una responsabilidad social hacia los jóvenes para garantizar condiciones dignas de trabajo, que no sean meramente instrumentales. Las instituciones políticas y sociales deben anticipar efectos negativos del desempleo extendido: alienación, pérdida de sentido, crisis del contrato social.
También Jonas nos recuerda que las decisiones presentes deben considerar el futuro: no basta con solucionar el desempleo inmediato, hay que construir instituciones robustas para generaciones futuras (educación, mercado de vivienda, protección social).
Sistemas complejos (Luhmann, Morin)
Desde Luhmann, la sociedad se compone de sistemas (económico, político, educativo) que se comunican mediante códigos propios. El sistema educativo prolonga su lógica de especialización y formación, mientras que el sistema económico exige empleabilidad inmediata. Existe una “desacoplamiento” entre lo que el sistema educativo prepara y lo que el sistema laboral demanda.
Morin: la complejidad nos obliga a ver las múltiples interdependencias: mercado de la vivienda, sistema educativo, regulación laboral, migraciones, demografía. No basta intervenir en uno solo —se necesita una política sistémica e integrada.
Por ejemplo, aunque mejorar la productividad es del ámbito económico, afecta la remuneración real de los jóvenes, lo cual incide sobre su capacidad de emancipación, que a su vez se vincula al mercado residencial, que depende de políticas urbanísticas, sociales y fiscales.
Tecnología, transparencia, autoexplotación (Byung‑Chul Han)
Byung‑Chul Han critica la actualidad neoliberal donde el “trabajador” no es un sujeto dominado sólo externamente, sino que se autoexplota, se presiona por productividad, rendimiento, visibilidad. En el caso juvenil, muchos pueden caer en trabajos “gig”, freelance, economía digital, donde la frontera entre vida y trabajo se difumina, y se exige máxima flexibilidad y visibilidad (presencia continua en redes, métricas de productividad).
Además, la transparencia digital impone una exigencia de mostrar logros, experiencias, marcar huellas digitales de “éxito” laboral, intensificando la presión sobre quienes aún no encuentran empleo.
También la tecnología puede ofrecer oportunidades (trabajo remoto, plataformas de emprendimiento), pero esas oportunidades pueden venir con una lógica de precariedad silenciada: bajo pago, sin redes de protección.
3. Identificación de oportunidades y riesgos
Oportunidades
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Innovación laboral: al empujar a jóvenes hacia formas creativas y no convencionales de empleo (emprendimientos, plataformas digitales), pueden emerger modelos nuevos más flexibles.
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Reforma sistémica: la evidencia del problema abre la posibilidad de repensar una política de empleo juvenil integrada (educación‑trabajo‑vivienda) con visión de largo plazo.
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Conciencia generacional: estos datos pueden estimular movilización social, reivindicaciones (por condiciones dignas, por derecho a la emancipación) con potencial transformador.
Riesgos y problemas
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Precariedad estructural: si las salidas laborales son solo temporales o informales, el desempleo juvenil facilitará una generación con bajos ingresos, inseguridad y vulnerabilidad continua.
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Desincentivo existencial: la falta de perspectivas puede generar desaliento, pérdida de sentido, alienación.
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Desigualdad creciente: quienes tienen más recursos pueden suplir la falta de empleo (por redes, apoyo familiar, capital cultural), mientras otros quedan excluidos, ampliando desigualdades de origen.
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Desajuste entre formación y mercado: si el sistema educativo no ajusta sus currículos a las necesidades reales productivas, el desajuste persistirá.
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Impacto intergeneracional: la imposibilidad de cotizar lo suficiente desembocará en pensiones bajas, mayor dependencia familiar en edad adulta, y posibles tensiones sociales en el futuro.
4. Interpretación coherente y conclusiones
El fenómeno del desempleo juvenil en España no es solo un dato estadístico, sino un síntoma de crisis estructural profunda en la configuración contemporánea del trabajo, la educación y las políticas sociales.
Desde la creatividad y el devenir (Bergson, Whitehead), podríamos ver en la juventud no un déficit, sino potencial sin desplegar, que podría transformarse si las estructuras lo permiten. Pero esas estructuras están cargadas de relaciones de poder (Foucault) que limitan la participación real. Los jóvenes pueden buscar líneas de fuga laborales (Deleuze) pero esas rutas requieren espacio y recursos.
Ético es reconocer que el Estado y las instituciones tienen responsabilidad hacia estos jóvenes (Hans Jonas): no pueden tratarlos como cifras, ignorando su futuro. Los sistemas sociales (Luhmann, Morin) exigen una reforma integrada: no se puede atacar solo el desempleo sin cambiar la vivienda, la educación, las regulaciones laborales, la protección social. Finalmente, en la era digital el riesgo de autoexplotación (Byung‑Chul Han) es real cuando los jóvenes, en su empeño por insertarse, aceptan lógicas de rendimiento extremo y visibilidad incesante.
En conclusión:
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Este dato expone una crisis generacional, pero también una oportunidad para articular nuevas políticas transformadoras.
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Cualquier intervención que no sea integral corre el riesgo de parchear el problema sin resolver sus raíces.
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La dignidad del trabajo juvenil debería ser un eje central: no cualquier empleo, sino empleo decente, con derechos, seguridad y horizonte vital.
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En última instancia, la sociedad debe preguntarse: ¿qué tipo de relación queremos con las futuras generaciones?