La felicidad comienza a decaer a partir de los 18 años, según la ciencia, aunque (mucho) después vuelve a remontar: esta es la edad en la que tocamos fondo

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Introducción breve

El artículo de Infobae aborda un estudio científico que analiza cómo la percepción de la felicidad varía a lo largo de la vida. Según la investigación, los niveles de bienestar subjetivo empiezan a descender desde los 18 años, alcanzan un punto mínimo en torno a los 50, y luego vuelven a repuntar en etapas posteriores de la vida. La noticia presenta este fenómeno como un patrón común, con matices según contexto cultural, social y económico.


Análisis filosófico

1. Creatividad (Bergson, Whitehead)

  • Desde Bergson, la vida es un élan vital, un impulso creativo que no se mide solo por la felicidad lineal, sino por la capacidad de generar sentido en la experiencia. El descenso de la felicidad en la adultez puede interpretarse como una fase de reorganización vital donde el ser humano busca nuevas formas de significación.

  • Para Whitehead, este ciclo refleja el carácter procesual de la existencia: la felicidad no es un estado fijo, sino una oscilación en un universo en constante creación. La remontada en etapas posteriores muestra la integración de experiencias pasadas en una armonía renovada.

2. Disrupción y poder (Deleuze, Foucault)

  • Con Deleuze, el decrecimiento de la felicidad puede entenderse como un “devenir” que escapa a las narrativas dominantes del progreso lineal. La crisis de la mediana edad sería una línea de fuga, una oportunidad para redefinir identidades y abrirse a nuevas combinaciones de vida.

  • Foucault nos invita a ver cómo el discurso científico sobre la felicidad construye un “régimen de verdad”. Al afirmar que hay edades de “mínimo bienestar”, se normaliza una expectativa cultural sobre cómo debemos sentirnos, lo cual también estructura la percepción social del éxito o fracaso personal.

3. Ética y responsabilidad (Hans Jonas)

  • Desde Jonas, el estudio plantea una reflexión sobre la responsabilidad intergeneracional: si las sociedades saben que la felicidad decae en etapas críticas (juventud-adultez), se hace necesario diseñar políticas que protejan la salud mental y el bienestar social, especialmente en la edad media de la vida, donde coinciden mayores cargas familiares y laborales.

4. Sistemas complejos (Luhmann, Morin)

  • Luhmann nos muestra que este tipo de estudios son productos del sistema mediático y científico, que generan sus propias dinámicas al comunicar lo que “es normal” sentir en cada etapa de la vida. La noticia se convierte en parte de la autoobservación social.

  • Morin aportaría la necesidad de un pensamiento complejo: la felicidad no puede reducirse a curvas estadísticas, sino que emerge de la interacción entre biología, cultura, economía, relaciones personales y narrativas mediáticas.

5. Tecnología y autoexplotación (Byung-Chul Han)

  • El decrecimiento de la felicidad juvenil puede vincularse con la presión autoexplotadora descrita por Han: la era digital impone la obligación de rendir, mostrarse feliz y ser productivo, lo cual genera frustración y agotamiento. El repunte posterior podría deberse al distanciamiento de esas exigencias.


Conclusión

El artículo revela un patrón de la vida emocional humana, pero desde una perspectiva filosófica se observa algo más profundo: la felicidad no es una curva biológica fija, sino un fenómeno atravesado por discursos sociales, dinámicas de poder, exigencias culturales y complejidades sistémicas.
Las oportunidades residen en usar estos datos para repensar políticas de salud mental, narrativas culturales más flexibles y modos de vida menos centrados en la autoexplotación.
El riesgo está en naturalizar la infelicidad como un destino inevitable en ciertas edades, lo cual podría invisibilizar los factores sociales y estructurales que la generan.