Introducción
El artículo informa que seis de cada diez asistentes a conciertos en Estados Unidos afirman haber sufrido acoso sexual. Este dato proviene de una encuesta que visibiliza la vulnerabilidad en espacios de ocio y cultura, donde la música debería generar experiencias colectivas positivas pero también se convierte en un espacio de riesgo. Los actores principales son el público (especialmente las mujeres y minorías de género), la industria musical y los organizadores de eventos. El texto revela una tensión entre disfrute cultural y violencia estructural.
Análisis filosófico
1. Creatividad (Bergson, Whitehead)
El concierto es expresión del élan vital (Bergson), un impulso creativo que genera comunidad y nuevas formas de experiencia colectiva. Sin embargo, esta energía vital se ve fracturada por dinámicas de violencia que interrumpen la fluidez de la experiencia. Desde Whitehead, la armonía del proceso cultural se quiebra: la creatividad, en vez de ser integración, se convierte en disonancia que expulsa a ciertos cuerpos del espacio común.
2. Disrupción y poder (Deleuze, Foucault)
Para Deleuze, la diferencia y la posibilidad de devenir se sofocan en un contexto donde la violencia impone rigidez. El acoso actúa como un freno a las líneas de fuga de libertad y experimentación que ofrece la música en vivo.
Foucault permite ver cómo los conciertos no son solo ocio, sino espacios atravesados por discursos y relaciones de poder. El acoso no es un accidente, sino expresión de un régimen de verdad patriarcal que naturaliza la cosificación del cuerpo femenino en la cultura musical. La encuesta visibiliza y desafía ese régimen.
3. Ética y responsabilidad (Hans Jonas)
El principio de responsabilidad exige que organizadores y promotores no piensen solo en el beneficio económico, sino en garantizar la seguridad de los asistentes. La ética del futuro de Jonas subraya que la cultura debe preservar experiencias de cuidado y confianza, pues su deterioro compromete las generaciones futuras: si la violencia se normaliza, se erosiona la legitimidad del espacio cultural.
4. Sistemas y complejidad (Luhmann, Morin)
Desde Luhmann, el sistema de la música en vivo se autorreproduce en dinámicas mediáticas que exaltan el espectáculo pero invisibilizan riesgos. La publicación del estudio rompe esa autorreferencialidad, forzando al sistema a observarse a sí mismo.
Morin sugiere que el problema no puede abordarse de forma fragmentada: no se trata solo de “malos individuos”, sino de una red compleja que incluye educación, normas culturales, medios y estructuras de género.
5. Tecnología y cultura contemporánea (Byung-Chul Han, Bauman)
La era digital intensifica la exposición: muchos casos de acoso en conciertos se difunden por redes, lo que visibiliza pero también banaliza el sufrimiento, en un clima de transparencia superficial (Han).
Bauman ayuda a leerlo como parte de la “modernidad líquida”: la fluidez social y el consumo cultural generan inseguridad e incertidumbre también en el disfrute del ocio. Los vínculos efímeros de los conciertos se combinan con riesgos igualmente fluidos y poco controlables.
Conclusión
El artículo muestra cómo un espacio cultural que debería ser celebración de creatividad se convierte en escenario de dominación y vulnerabilidad. La filosofía permite iluminar distintas capas: la fractura de la experiencia vital (Bergson, Whitehead), la persistencia de relaciones de poder (Foucault, Deleuze), la urgencia de una ética de responsabilidad (Jonas) y la necesidad de pensar el fenómeno en su complejidad (Luhmann, Morin). Los riesgos principales son la normalización del acoso y la pérdida de confianza en el espacio cultural; las oportunidades están en visibilizar el problema y exigir cambios estructurales que hagan de la música en vivo un espacio de emancipación y no de opresión.