El 64% de jóvenes gasta por encima de sus posibilidades y más de la mitad de los españoles se siente culpable al hacerlo

Fuentes y enlaces 


1. Contexto e identificación del problema

El artículo examina la creciente tendencia de consumo excesivo entre jóvenes españoles, especialmente la Generación Z, cuya conducta está fuertemente condicionada por las redes sociales y las plataformas digitales de compra. Según el Informe Europeo de Pagos de Consumidores 2024 (Intrum), el 64% de los jóvenes gasta más de lo que puede permitirse, mientras que casi la mitad realiza compras impulsivas tras ver publicidad en redes.
A ello se suma un fenómeno emocional: la culpa asociada al consumo, que afecta al 54% de los españoles, y la fragilidad educativa en materia financiera, agravada por la influencia de influencers y contenidos no regulados en redes como TikTok o YouTube.

El texto presenta, por tanto, un triple eje de análisis:

  1. La presión social y digital sobre el individuo.

  2. La vulnerabilidad económica y emocional derivada de esa presión.

  3. La falta de educación estructural para contrarrestar el fenómeno.


2. Análisis filosófico por categorías

A. Tecnología, autoexplotación y transparencia – Byung-Chul Han

Han describe la era digital como un régimen de autoexplotación voluntaria donde el sujeto cree actuar libremente, pero en realidad internaliza la coerción del rendimiento y del consumo.
En este contexto, las redes sociales funcionan como plataformas de visibilidad y comparación, en las que los jóvenes se ven impulsados a consumir para ser: el gasto se convierte en una forma de autovalidación simbólica.
El sentimiento de culpa posterior revela una contradicción central del sujeto neoliberal: se cree libre y empoderado, pero vive sometido a la lógica del deseo inducido y del exceso. La transparencia del entorno digital, que expone y compara constantemente, sustituye el pensamiento crítico por el impulso.

B. Ética y responsabilidad – Hans Jonas

Desde la perspectiva de Jonas, la responsabilidad ética se amplía al futuro y a las consecuencias a largo plazo de las acciones. El consumo inmediato, guiado por algoritmos y gratificación instantánea, niega esa ética del futuro, comprometiendo la estabilidad financiera y emocional de las generaciones venideras.
El texto apunta a la urgencia de una educación financiera estructural como forma de recuperar la responsabilidad práctica: actuar con conciencia de las implicaciones de cada decisión económica. Así, el consumo digital es un ejemplo claro de cómo la tecnología amplifica el poder humano sin desarrollar paralelamente su sentido moral.

C. Poder y conocimiento – Michel Foucault

El artículo ilustra una nueva forma de poder disciplinario digital. Las redes sociales producen saberes sobre los usuarios —a través de datos y algoritmos— que luego reconfiguran sus deseos y comportamientos. No es un poder coercitivo directo, sino un biopoder suave, que gestiona la subjetividad mediante la publicidad personalizada y la imitación social.
La "culpa" descrita en el informe es un efecto colateral del régimen discursivo del consumo: los sujetos internalizan las normas del mercado como criterios morales (“debería poder comprar sin culpa, pero no lo logro”). De este modo, el poder económico se convierte también en un poder psicológico y simbólico.

D. Sociedad de consumo y pensamiento crítico – Herbert Marcuse

Marcuse advirtió sobre el carácter “unidimensional” del individuo contemporáneo, cuya libertad se reduce al consumo de bienes preconfigurados.
El artículo confirma este diagnóstico: los jóvenes no solo compran productos, sino formas de identidad preempaquetadas por el marketing digital. La función emancipadora del pensamiento crítico queda sustituida por la falsa satisfacción del deseo comercial.
La aparición de “influencers financieros” en TikTok es la versión actual del “hombre unidimensional”: sujetos integrados en la lógica del sistema que reproducen su discurso disfrazado de autonomía.

E. Complejidad y autoorganización social – Edgar Morin / Niklas Luhmann

Desde Morin y Luhmann, el fenómeno se entiende como un sistema social complejo y autopoiético, donde los medios digitales, la economía y la educación se retroalimentan.
El consumo no es un acto individual aislado, sino un proceso sistémico: los algoritmos generan deseos, las redes refuerzan la imitación, y la educación financiera (o su ausencia) condiciona las respuestas.
El artículo, al mencionar el uso incipiente de inteligencia artificial para la formación financiera, introduce una posible línea de reequilibrio sistémico: la tecnología como herramienta de reflexión y no solo de manipulación.

F. Modernidad líquida – Zygmunt Bauman

La “culpa del consumo” expresa la inestabilidad moral de la modernidad líquida, donde las identidades y los valores se vuelven volátiles.
En lugar de una ética del ahorro o la prudencia, se impone una ética del deseo inmediato, que produce ansiedad y endeudamiento. La “fluidez” del consumo digital —comprar con un clic, pagar después— refleja la disolución de los vínculos sólidos entre acción y consecuencia.
El malestar emocional posterior no es solo económico: es existencial, resultado de vivir en un entorno donde el deseo es continuo y nunca satisfecho.


3. Oportunidades y riesgos

Oportunidades:

  • Desarrollo de herramientas tecnológicas (IA, plataformas educativas) para educar en finanzas y consumo responsable.

  • Potencial de las redes para difundir cultura económica crítica si se orientan éticamente.

  • Espacios de diálogo intergeneracional sobre el valor del dinero, la autonomía y la responsabilidad.

Riesgos:

  • Consolidación de una cultura de autoexplotación digital, donde el consumo sustituye la reflexión.

  • Creciente vulnerabilidad emocional y financiera entre los jóvenes.

  • Pérdida del pensamiento crítico frente a discursos de éxito fácil y riqueza instantánea.

  • Reforzamiento del poder económico de las plataformas tecnológicas sobre las decisiones individuales.


4. Conclusión

El artículo de Infobae, al denunciar el exceso de consumo y la influencia de las redes sociales, muestra una radiografía ética y cultural del sujeto contemporáneo. La Generación Z encarna la tensión entre libertad aparente y control invisible, entre deseo y culpa, entre conocimiento y manipulación.
Desde la filosofía, este fenómeno revela una crisis más profunda: la pérdida de autonomía moral en la era digital, donde el poder se ejerce a través del deseo y no de la coacción.
Recuperar esa autonomía exige una ética del cuidado y la responsabilidad (Jonas), una educación crítica de la tecnología (Han, Marcuse) y una comprensión sistémica de las interdependencias sociales (Morin, Luhmann).

En síntesis: el desafío no es solo económico, sino ontológico: redefinir qué significa ser libre en un mundo que confunde consumir con existir.