Oniomanía, o el trastorno relacionado con las compras que descontrola tus finanzas: "Puede llevarte al sobreendeudamiento"

Fuente y enlace 


Introducción

El artículo aborda el fenómeno de la oniomanía, o compra compulsiva, señalando que afecta al alrededor del 5 % de la población española según datos de la Sociedad Española de Patología Dual. Se describe cómo la facilidad de acceso al consumo, la sobre‑exposición a estímulos publicitarios y el contexto económico de elevada precariedad (estrés, sensación de inestabilidad financiera) crean condiciones propicias para que algunas personas desarrollen patrones de gasto descontrolado. El artículo también alerta de la consecuencia grave: el sobreendeudamiento, el impacto en la salud física y mental (por el estrés, la culpa, etc) y ofrece consejos para evitar caer en el consumo compulsivo (como tener un presupuesto, pagar en efectivo, evitar compras online impulsivas).


Análisis filosófico

Creatividad (Henri Bergson / Alfred North Whitehead)

Desde esta óptica, podemos reflexionar sobre la dimensión creativa del consumo y su relación con la compulsión. Bergson destacaba la intuición y la duración como elementos de la vida creadora; Whitehead veía la realidad como un devenir de eventos que integran potencialidades. En el caso de la compra compulsiva, la actividad de adquisición de bienes podría interpretarse como una forma —aunque patológica— de intentar afirmarse, de “hacer” en el mundo, de inscribir una huella: “compra para sentirme vivo”, “compro para definir quién soy”.
Sin embargo, lo que ocurre en la oniomanía es que esta creatividad se ve constreñida por un impulso externo (el estímulo del mercado, la publicidad, la inmediatez) y se reduce a repetir: adquirir para llenar un vacío, no para expresar una genuina novedad o transformación. Ello conlleva una calidad de experiencia empobrecida —la compra ya no es acto creativo sino acto reactivo.
Así, desde este marco, el riesgo es que el sujeto se desposea de su propia potencia creadora y quede atrapado en la inercia del consumo. La oportunidad sería recuperar la capacidad de elegir, de diferenciar entre el deseo genuino y el automatismo, de transformar el mero adquirir en una acción significativa.

Disrupción o poder (Gilles Deleuze / Michel Foucault)

Desde Deleuze podemos ver la oniomanía como parte de una máquina de deseo: el deseo que ya no se orienta hacia lo futuro y la creación de nuevas posibilidades, sino hacia la repetición del estímulo‑compra. El deseo se captura en un circuito cerrado: ver → anhelar → comprar → culpa → nuevo deseo. Se convierte en lo que Deleuze llamaría una “máquina de captura” dentro del capitalismo tardío.
Desde Foucault la perspectiva del poder se vuelve importante: la economía del consumo, las plataformas digitales, las tarjetas de crédito, las ofertas del Black Friday, conforman un dispositivo de poder que disciplina y normaliza: “serás consumidor”, “comprarás para ser parte”, “la oferta te llama”. El sujeto se inserta en una red de poder que no sólo ofrece bienes, sino que moldea los deseos, el tiempo libre, incluso la identidad. Y cuando alguien pierde el control, entra en conflicto con ese dispositivo: sobreendeudamiento, culpa, ruptura social.
Así, la oniomanía puede verse como un síntoma de la forma de dominación contemporánea que asocia identidad, valor personal y relaciones sociales al consumo. La oportunidad aquí es que, al hacerlo visible, podemos resistir: cuestionar el sistema de poder que lo vuelve casi inevitable. El riesgo es que muchos queden atrapados sin percibir la dimensión política y social de su problema individual.

Ética y responsabilidad (Hans Jonas)

Jonas insistía en que la responsabilidad ética se extiende ante las consecuencias de nuestras acciones en el futuro y en otros. En este contexto, la compra compulsiva no es sólo un problema personal, sino ético: tiene consecuencias para el entorno, la economía doméstica, la salud mental, la sostenibilidad. ¿Cuánto del “comprar” responde a una responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás? ¿Cuánto al egoísmo, a la gratificación inmediata?
La responsabilidad ética implicaría que el sujeto reconozca su vulnerabilidad al estímulo, se comprometa a moderar sus deseos, y respete sus propios límites y los de su entorno. También que la sociedad y las instituciones tengan responsabilidad: por ejemplo, ¿qué papel juega la accesibilidad del crédito, la publicidad agresiva, la oferta infinita?
El riesgo ético es alto: endeudarse y dañar relaciones familiares o sociales son signos de que la acción –o la omisión– se vuelve irresponsable. La oportunidad es que desde la ética se construya una conciencia crítica frente al consumo y se promueva una forma de vivir que valora lo suficiente.

Sistemas complejos (Niklas Luhmann / Edgar Morin)

Luhmann señalaba que los sistemas sociales se autoorganizan y comunican en códigos propios (economía codificada en dinero, salud en enfermedad/salud, etc.). La oniomanía aparece en la intersección de varios sistemas: el sistema económico (dinero, crédito), el sistema de salud (trastorno mental), el sistema comunicativo (medios, publicidad). En esa intersección se pueden producir disfunciones: el código económico «compra=victoria», el código salud «trastorno=riesgo». El sujeto que sufre oniomanía es atropellado por esas comunicaciones divergentes.
Desde Morin podemos decir que se trata de un problema de alta complejidad: factores individuales (ansiedad, autoestima), culturales (consumismo), estructurales (acceso al crédito), tecnológicos (internet facilita comprar). No basta abordar un solo factor: el trastorno emerge de la interacción de todos ellos.
Las oportunidades que este enfoque brinda es justamente la visión sistémica: intervenir no solo al individuo, sino también en las políticas de crédito, en la educación financiera, en la cultura del consumo. El riesgo es simplificarlo como “es un problema individual”: se perdería la visión de sistemas interconectados y se reduciría la eficacia de la intervención.

Tecnología, transparencia, autoexplotación (Byung‑Chul Han)

Byung‑Chul Han habla de la sociedad del rendimiento, de la autoexplotación, del neoliberalismo que invita a optimizarse sin descanso. En el caso de la compra compulsiva, podemos ver la autoexplotación en la medida en que el sujeto se sobreexpone al estímulo, al “tienes que comprar”, al “debes estar al día”, al “eres lo que posees”. El smartphone, las aplicaciones de compra, la publicidad personalizada hacen que el sujeto esté permanentemente disponible para comprar.
La transparencia aparente de “todo está al alcance” oculta que hay mecanismos invisibles de explotación: el “clic” que lleva al gasto, la tarjeta que convierte el deseo en débito automático, la oferta que activa el impulso. El consumo deja de ser libre para volverse requerido, como parte del rendimiento que exige la sociedad neoliberal: “consumir es producir valor”, “tener es ser”.
El riesgo es que el sujeto se desgaste, se endeude, pierda autonomía y bienestar psicológico. La oportunidad es que identifique la lógica de autoexplotación, recupere espacios de no‑compra, de desconexión, de elección consciente.


Identificación de oportunidades y riesgos

Oportunidades

  • Hacer visible que la compra compulsiva no es un simple “capricho” sino un trastorno complejo, lo cual puede facilitar su abordaje educativo, clínico y social.

  • Incentivar políticas de educación financiera, de consumo consciente, de regulación del crédito al consumo.

  • Promover una cultura de consumo reflexiva, que valore lo suficiente y no lo excesivo, lo cual puede contribuir a un estilo de vida más sostenible y equilibrado.

  • En el plano individual, la toma de conciencia de los propios desencadenantes emocionales (ansiedad, vacío), y la implementación de estrategias para interrumpir el circuito (esperar 24 h antes de comprar, usar efectivo, etc) —como propone el artículo—.

Riesgos

  • Enfoques puramente patologizantes pueden estigmatizar al sujeto, reduciéndolo a “adicto al consumo” y no considerarlo como víctima de un sistema de consumo más amplio.

  • Si se interpreta como fallo individual exclusivo (“eres débil, controlate”), se obvia la responsabilidad sistémica (mercado, publicidad, crédito fácil) y se debilita la intervención social.

  • La normalización del consumo continuo y la vinculación de identidad con lo que se posee pueden profundizar el problema, haciendo que el sujeto viva en un circuito sin salida.

  • Desde un punto de vista político‑ético, si no se regulan los dispositivos que habilitan el consumo impulsivo (apps, tarjetas, financiación rápida), la población vulnerable seguirá expuesta a riesgo de sobreendeudamiento, con consecuencias sociales amplias (exclusión, deterioro de salud mental, impacto en la economía doméstica).


Conclusión

El artículo sobre oniomanía permite visibilizar un fenómeno que trasciende lo individual y se inserta en matrices culturales, económicas, tecnológicas y psicológicas. Desde las perspectivas filosóficas exploradas podemos comprender que no se trata sólo de “gastar demasiado”, sino de una estructura compleja donde el deseo, el consumo, la identidad y el poder se entrelazan.
La gran lección es que la libertad de comprar puede convertirse en su contrario: la compulsión, la pérdida de autonomía, la autoexplotación. Pero también que existe la posibilidad de reconectar con una forma de consumo creativa, responsable y consciente, y de intervenir tanto en el individuo como en el entorno estructural que facilita el descontrol.
En última instancia, la oniomanía pone en evidencia una pregunta filosófica central: ¿qué tipo de ser y qué tipo de sociedad estamos construyendo cuando la adquisición de bienes se convierte en mecanismo de sentido y escape al mismo tiempo?
Para el lector general, este análisis señala que vale la pena atender no sólo al “qué compro” sino al “por qué compro” y “cómo estoy siendo” en el proceso. Para el lector más experto, invita a una reflexión crítica sobre las condiciones de posibilidad de la compulsión en el capitalismo tardío.